miércoles, octubre 17, 2007

Nadie sabe lo que está en la olla


Nadie sabe lo que está en la olla
Por Mariposas Congeladas


Siempre me cuelgo en los exámenes de selección múltiple. No sé si me perdía en la redacción de la premisa o si el terror a escoger una alternativa paralizaba la mente. Pero la vida tiene un extraño sentido del humor y hoy me toca repetir una prueba.

El ruido de la cuchara tocando en la esquina del caldero me trajo a la realidad. Alguna vez fue color aluminio, ahora es prieto como la brea. –Nena. ¿Y Mary?- sin apartar la mirada o su mano de la cuchara continuó cocinando. No sé cómo le dedica tanto empeño. Padece de dolores de espalda, lleva más de treinta años moviendo remos adentro de un caldero de arroz para los niños en la escuela y todavía le quedan ganas. En el gabinete donde están las semillas de achiote, hojas de laurel y aceite Betis ahora cohabitan las pastillas de la presión arterial. Ni la osteoporosis le ha pedido permiso para comerse parte de sus huesos. Desconozco cómo puede estar de buen humor escuchando a abuela gritar en sus viajes seniles a diario. –Viene de camino.¬- le contesté con la muela de atrás. Por mí que no llegue. Ya me había dado el ultimátum, esa palabrita que las abogadas son locas utilizando. Claro, Mary estaba empeñada en su alternativa, cada cual tiene una definición acomodaticia de lo que constituye la felicidad de la otra. Dentro de poco necesitaré fumar un cigarrillo. Eso tampoco se lo he dicho a Mami.

La olla de presión silbaba alegremente. En el interior se desalaban unas patitas de cerdo. El olor trajo a mi memoria la primera vez que traje a Mary a casa, ya han pasado ocho años desde que probó el arroz con patitas de cerdo que hace Mami. Imagino que es una coincidencia, hoy comeremos lo mismo. Miré el reloj, pronto cruzaría la puerta. Unas gotitas de sudor frías comenzaron a brotar encima de mis labios. Aspiré para hablarle. Salir de todo esto, antes de que llegue Mary. Eso habíamos acordado. La vi sacando el pote de alcaparras y el olor a sofrito me detuvo. Ella estaba tan cómoda. Tenía puesta su bata de estar en casa, esas de corte cuadrado con estampados de flores, las que juré jamás utilizar. Siempre cocinaba descalza. Noté cómo el sudor del cuello le rizó unos pelitos que se escaparon del moño atado en la nuca.


Escuché que la puerta de screen se abrió. Ambas miramos en esa dirección, ahí estaba Mary. Saludó a Mami con un beso en el cachete. Se sentó a mi lado en la mesa de la cocina. No la miré. Pasó su mano por mi muslo hasta llegar a la rodilla. Agarró mi mano izquierda y la apretó. Solté mi mano de la de ella como quien espanta una mosca. Que maldita insistencia. Afortunadamente Mami nos daba la espalda, crucé miradas con Mary y le alcé una ceja. Ella respondió abriendo sus párpados a más no poder. Las pupilas se movían en dirección a Mami; con los labios señalaban hacia esa dirección. Suspiré. Tragué. No podía posponerlo más. Era hora de hacer una selección y, según Mary, ésta es la correcta. –Mami. ¿Recuerdas que hace ocho años atrás cocinaste arroz con patitas cuando te presenté a Mary? Sentí su mano agarrar la mía nuevamente. Esta vez no la dejé ir. Justo cuando iba a tomar el valor, elegir mis palabras, la premisa de esta interrogante cambió. –Sí nena.- sonrió mirando a la nada, -Como pasa el tiempo. Sabes, Ivy no pierdo la esperanza que algún día Mary y tú consigan buenos esposos. Giró su cuerpo hacia la estufa amarilla. Mary cruzó miradas de terror conmigo. Mojé mis labios. Observé las venas varicosas en las piernas de Mami. –Yo tampoco. La esperanza es lo último que se pierde. Mary soltó mi mano. No la pude mirar. Ella sabe que las pruebas de selección múltiple no son mi fuerte. Pero esta vez, escogí la mejor contestación.


-La autora es escritora participante del Taller de Narrativa en Vitrales y Espejos

4 comentarios:

no apta para la humanidad dijo...

Me encantan las descripciones precisas y cómo la autora destaca hasta los más minúsculos detalles tanto los olores y sabores de la cocina así como los rizos que se formaban en el cuello de la madre. Es interesante todo lo que se dice en el silencio. Y la estructura del cuento es perfecta.
Excelente!
un abrazote a la profe y a la compañera, dos mujeres fabulosas!!

Anónimo dijo...

Muy buen cuento. Yolanda, gracias por publicar estas iniciativas.

Niurka Dreke dijo...

Muy bueno, me gusto/ Katana

Anónimo dijo...
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Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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